Emir Sader: “La izquierda no hizo lo suficiente para ganar conciencia social”

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O Brasil que queremos, es el título del libro que Emir Sader pone sobre la mesa. Es un extenso compendio de “nuevas utopías”, superadoras de aquellas que llevaron a Lula al poder en 2003. Ahí radica, según el veterano filósofo y pensador brasileño, la raíz del retroceso de las izquierdas de Latinoamérica después de una década rica en la recuperación y ampliación de derechos: la falta de nuevas utopías que reemplacen a aquellas que en Brasil se exteriorizaron en comer tres veces al día.
“El que vivió los años 90, aquí o allá, se daba cuenta, teníamos una cierta idea de que no había vuelta atrás, era tan avasallador lo de la victoria del neoliberalismo, como modelo económico, como desarticulación del Estado, como ideología. Pero conseguimos un milagro en esos seis países de América Latina. A contramano de lo que pasaba en el mundo logramos disminuir la desigualdad, disminuir el hambre, la exclusión social, a contramano del neoliberalismo que sigue vigente en escala mundial. Hemos dejado de construir eso”, explica Sader.
El pensador brasileño, uno de los férreos defensores de Lula, brindó una exposición en la facultad de Humanidades el viernes por la tarde. Antes dio un extenso reportaje a Economis.
Sader advierte que la derecha volvió para recuperar espacios que la izquierda supo ceder en los últimos años. Por las urnas, como en Argentina o a través de un golpe parlamentario, como en su país o el que desplazó a Fernando Lugo en Paraguay.
“Ayer salió la resolución jurídica que confirma que Dilma no cometió las “pedaladas” fiscales, por lo tanto, debieran devolverle el cargo. No sólo la condena de Lula es una trampa, tampoco el golpe no tenía ninguna razón”, puntualiza.
¿Qué pasó para que ese milagro, como lo denomina, quedara trunco?
Bueno, no fue un milagro, fue una combinación de un cambio de las condiciones internas y errores cometidos. En lo interno, el primer gobierno de Dilma fue bueno con políticas sociales y todo, pero no hubo discurso. Cuando llegaron las elecciones de 2014, una parte, a lo mejor 30 millones de personas que votaron por el candidato de la derecha, son beneficiarios de las políticas sociales. En el centro sur tuvimos una derrota enorme. En los pueblos donde las condiciones de vida cambiaron tanto, el efecto de los medios de comunicación fue muy pequeño. En el norte, Minas Gerais, Bahia hacia arriba, llegaron con un 70% de votos una diferencia pequeña, pero ganaron. Pero hay que ver los errores. Uno de los principales errores internos fue la presidencia desnuda, que no hablaba, no explicaba, porque uno cree que hace buenas medidas tecnocráticas y ya está, pero la gente toma conciencia de ello.
¿No hubo un giro también de Dilma en políticas que no fueron del todo progresistas?
Eso fue el segundo mandato, que fue desastroso. En la misma campaña electoral de 2014 no se dijo qué se iba a hacer, era una campaña buscando evitar un retroceso, pero sólo te convenzo de evitarlo, si estás convencido de que está bien, no ganás nueva gente. En el segundo mandato ella sola absolutamente implementó un ajuste que la aisló completamente de todo, fue ineficiente, injusto, que la dejó en una situación de debilidad donde todo la golpeaba. Ya no tenía el apoyo popular y la derecha la presionaba.
Eso de alguna manera termina arrastrando a toda Latinoamérica… la caída de Dilma fue el puntapié…
El error de perder beneficiarios de las políticas de inclusión se da en varias partes. Pero no es responsabilidad sólo del Gobierno, sino de las organizaciones sociales que no organizan a los beneficiarios de esas políticas. Es cierto que faltó discurso, pero los Gobiernos hicieron muchas buenas políticas sociales, hubo un universo de gente beneficiada que podía estar organizada y conciente, así que también hubo un error de los movimientos populares en su conjunto. Los electores del nordeste de Brasil, que son decisivos, no están organizados popularmente, quieren el liderazgo de Lula, etc, pero no están organizados para hacer política. Después del segundo mandato de Dilma, que ahí hubo errores graves, se aisló y ahí ellos aprovecharon esa nueva guerra híbrida que es combinar medidas en el parlamento, resoluciones en el poder judicial, medios de comunicación, para descalificar, judicializar la política. Como dicen, la guerra de lawfare (guerra jurídica), que busca utilizar las leyes de manera direccionada para la persecución política, y lograron imponer esa idea de que la política es mala y corrupta. Nosotros no pudimos revertir ese mensaje, sobre todo en la misma gente con la que ganamos, cuando pusimos la idea de que lo primordial era mejorar la desigualdad social. Eso fue cambiando porque ellos empezaron a hablar de la corrupción y del desastre económico que no era tal, pero se generó la idea de una inflación descontrolada. La combinación de todo eso generó que ellos tengan una agenda favorable.
Está contando la historia reciente de la Argentina…
Probablemente. Pero allá (en Brasil) la derecha perdió. Tuvo 51 millones de votos, Dilma tuvo 3 puntos más, pero de todas maneras fue un golpe para las políticas sociales de mucho éxito. En Ecuador, Lenin le ganó a uno de los banqueros más grandes del país, gana por muy poquito. Pero perdió en sectores organizados socialmente incluso, donde habían políticas sociales que beneficiaron a la mayoría de la población. No se hizo lo suficiente para ganar conciencia. Allí empiezan los argumentos que usted bien conoce como: “Dios me ayudó, me esforcé mucho, el Estado no me da nada”. La gente siente en la carne eso, porque ahora se da cuenta que había mejorado y el esfuerzo que ponía el Gobierno.

En el caso de Brasil el neoliberalismo es más frágil, primero porque no habían ganado elecciones, segundo el gobierno tiene el 3 por ciento de apoyo, no tiene caudal electoral. Tercero, hay una unidad muy fuerte de izquierda, donde Lula tiene un carácter de líder avasallador, donde si no es candidato va definir quién es el favorito para ganar. De allí que para América Latina, Brasil es decisivo, no sólo por el peso, sino por la fragilidad de ellos, y por el plazo del desenlace de este momento de crisis más profunda de la historia económica de Brasil, porque algún desenlace va a haber.
¿Eso puede influir en Argentina?
Sí, posiblemente ganando López Obrador, o el PT o lo que sea, va a significar frenar un poco al neoliberalismo. Por el contrario, si en Brasil se consolida, el viraje a la derecha se consolidará.
¿Porque cree que pasó, tanto en Brasil, Argentina, Chile, Fernando Lugo en Paraguay que terminan siendo derrotados o desplazados?
Lugo no tuvo tiempo de consolidarse, no es justo evaluarlo por el poco tiempo que tuvo, frenado por un parlamento, frenado por un vicepresidente. Los otros sí.
¿Pero por qué cree que pasó?
Por esa razón, (Alvaro) García Linera lo dice muy bien: “Cuando una fuerza política gana, la disputa ideológica sigue hasta la victoria política”. Con convencer a la mayor parte de la población a que tema el gasto excesivo del Estado, ganaron en los 90 una, dos o tres veces. Recién perdieron cuando convencimos de que había una gran desigualdad social. Con eso ganamos siempre, pero ellos fueron cambiando la agenda. Entonces cuando se llega a 2015 en Argentina, la agenda nacional es otra, ya no es la desigualdad social la centralidad que fue el espíritu de fuerza de nuestro gobierno. Ya empieza el tema asociado al gasto del Estado y a la corrupción que justifica los supuestos gastos, esta nueva agenda ganó a la mayoría de la gente acá.
Argentina firmó un acuerdo con el Fondo Monetario por 50 mil millones de dólares, ¿qué significa esto en materia política para la región?
Significa que, en Brasil y Argentina, el neoliberalismo no tiene nada de nuevo, propone lo mismo que en los 90, sin la paridad del 1 a 1, pero es lo mismo. Con todo el ajuste que hay allá hay un cierto control de la inflación, pero con una recesión letal, con 27 millones de personas desempleadas. Ahora están vendiendo la idea de un Fondo Monetario flexible. ¿En dónde está ese modelo? Al contrario, ya están comenzando a decir que el pueblo va a sufrir, que va a ser duro. Dígame dónde el ajuste fiscal derivó en una recuperación económica. No hay nada de nuevo en esto, es el camino de la depresión y derrota. En Brasil y Argentina, se aplica el mismo modelo que en los 90 y eso fracasa. En Brasil con la simple huelga de camioneros se cayó todo el optimismo de la recuperación económica, vuelve a ser un punto preocupante, después de dos años, dos años y medio, ni siquiera temperaron ese ajuste con políticas sociales, allá por lo menos. Acá no hicieron nada sustancial, allá congelaron los recursos por 20 años para políticas sociales. Por eso Lula dice que es ingobernable el país sin un referéndum revocatorio de las medidas, tiene que tener una votación del parlamento. Después sumar a los pueblos, sin eso incluso, la votación de los derechos de los trabajadores tendría que tener eso mínimamente para que sea gobernable.
Hay una discusión ideológica que los pensadores, filósofos no deberían involucrarse en política…
Hay un reflujo de la intelectualidad en Latinoamérica. En todos los periodos importantes en nuestra historia hubo nuevas corrientes, no sólo políticas, sino culturales, pero la intelectualidad está en cierto reflujo. En gran medida porque nuestros gobiernos fueron minimalistas en el sentido que se preocuparon en resolver problemas básicos que son poco heroicos. Venimos del “otro mundo es posible”. Pero es imposible decir que esos gobiernos son el otro mundo posible, porque atacaron temas básicos. La gente se dio cuenta del retroceso que hubo en esta última época. Lula repite lo que siempre dice: “El hambre y la miseria no llevan a la revolución. Llevan a la degradación, a la sumisión. Para llegar a la revolución, antes que todo hay que crear condiciones mínimas de dignidad en condiciones de vida. La gente no apoyó eso, el antineoliberalismo. Había gente que idealizaba que el capitalismo sólo llegó a la época neoliberal y ahora solo se sale de eso con el socialismo, porque teóricamente el capitalismo está más mercantilizado que nunca. En la derrota política, hay que mencionar también eso. Latinoamérica sufrió mucho los retrocesos, la crisis de la deuda, las dictaduras militares, y es el continente que tuvo más gobiernos neoliberales y los más radicales. Nadie más, salvo los pensamientos abstractos de Hugo Chávez, planteaba el socialismo en la actualidad. El intelectual siempre quiere interpelar la realidad desde la teoría y es la teoría la que debe ser interpelada por la realidad.
Es decir, los gobiernos “progresistas” no sirven desde esa teoría…
No, es minimalista, esos programas antineoliberales son épicos, fantásticos, heroicos, además critican las alianzas, una alianza en este periodo histórico es un sentido mayoritario. Pero es imposible llegar y gobernar sin alianzas.
¿Hay chances de que esa corriente de izquierda renazca?
Está en manos de Brasil y de Lula esa posibilidad. Hoy está de pie preso. Eso puede dar nuevo impulso.  Hay que combinar una serie de factores que ya no están, además parte del empresariado está muy unido en contra de la izquierda, porque está haciendo mucho dinero con este modelo.
¿Cuánto ha influido la emergencia de Donald Trump en Estados Unidos para que se incline la balanza?
Tiene un efecto directo sobre México pero no tanto sobre los otros. Lula dice que Bush fue más receptivo que Obama. Cuando vino en las elecciones acá el golpe a Brasil, ni él ni Hillary nunca dijeron nada. Trump es síntoma de un fortalecimiento de una corriente extrema en el mundo.
 

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