Guayakí: yerba, rewilding y economía sustentable
Con el objetivo de regenerar parte de la Mata Atlántica, el argentino Alex Pryor y su socio, David Karr, fundaron Guayakí. Se trata de una empresa que tiene una visión social vinculada a la producción sustentable, a la reforestación de especies nativas, el precio justo y la igualdad de oportunidades con perspectiva de género.
Mientras que en Brasil reclaman elevar el tope de contaminantes inorgánicos en la yerba mate, en Misiones cobra fuerza un regreso a lo natural, con la yerba, un superalimento, como protagonista. La yerba orgánica de Misiones gana terreno con marcas que apostaron a romper los moldes y algunos productores vuelven a yerbales bajo sombra de especies nativas. En la misma sintonía, productores locales se suman a esta propuesta y avanzan en la comercialización de un producto orgánico y sustentable, tanto para consumo interno como para exportación.
Bajo esta premisa y con el objetivo de regenerar parte de la Mata Atlántica, el argentino Alex Pryor y su socio, David Karr, fundaron Guayakí. Es una empresa cuyos cimientos están en la mirada social vinculada a la producción sustentable, a la reforestación de especies nativas, el precio justo y la igualdad de oportunidades con perspectiva de género. Parece un plan ambicioso, pero el negocio funciona y lograron inyectar en el mercado estadounidense y canadiense sus productos a base de yerba mate certificada, de origen paranaense, de pequeños productores y aldeas originarias.
La directora regional de Guayakí, Fabiana Pose, contó a Economis cómo es el trabajo que se realiza en la región y la filosofía de la empresa que trabaja con más de 113 productores y comunidades guaraníes de Argentina, Brasil y Paraguay. Además, cuentan con trabajadores que cosechan de los propios yerbales que tienen en Comandante Andresito. “Guayaki se dedica a la comercialización de yerba mate orgánica producida bajo sombra y los productos derivados de ella en los Estados Unidos y Canadá, a través de un modelo empresarial basado en la equidad social y la salud ambiental”, advirtió.
“Es una empresa B, y este tipo de empresas han sido reconocidas como parte de las Nuevas Economías, y cuyo propósito es el Triple Impacto Positivo. Generar ganancias, beneficios sociales, y beneficios ambientales. Guayakí es una de las primeras Empresas B del mundo y ha sido partícipe del proceso fundacional de estas empresas”, agregó.
En Argentina, además de las certificaciones base, cuentan con una Certificación Orgánica Regenerativa (ROC), que es un nuevo estándar que busca elevar la vara de cómo se producen los alimentos. “La Certificación ROC utiliza un estándar orgánico de base y se agregan otros pilares de agricultura orgánica regenerativa, que tienen que ver con la salud del suelo, el plan de la tierra, el bienestar, además de la equidad social entre trabajadores y productores. Por eso, en Argentina tenemos esa certificación y que se planea replicarla este año en Brasil y en el 2023 en Paraguay”.
Por ello, también trabajan con la certificación Comercio Justo, que garantiza que cada eslabón dentro de la cadena de producción de yerba mate reciba un precio justo, es una certificación que apunta mucho a lo social. Además de los aspectos ambientales, Guayakí tiene el principal foco en lo social, donde los productores o cosecheros, dependiendo de cada escenario que tengan, reciben un premio, que es un porcentaje del valor de exportación de la yerba mate que luego invierten en proyectos comunitarios.
“Por ejemplo, en Andresito se construyó una sala de atención médica primaria que, para poder hacerlo se trabajó junto a la municipalidad. Lo bueno es que estos premios y diálogos, porque no se trata solo del premio material, ya que hay mucho diálogo y trabajo en conjunto con otras organizaciones, eso es la parte de comercio justo”, explica la directiva..
Un producto saludable
Según explica Fabiana, el consumo de estos productos tiene que ver con una cuestión de salud personal, además de la ambiental. A pesar de que se habla de un sistema de cultivo que permite preservar y, en muchos casos regenerar, la biodiversidad, hay un componente en la educación de los consumidores que no debe descuidarse y que es un arista importante a la hora de preservar estas prácticas.
“Hay productores que, en Argentina incluso, hacen un manejo orgánico porque toman conciencia de hacer un producto más saludable, para el ser humano, para consumir, pero además es beneficioso para la parte ambiental también. Hoy el mercado orgánico está creciendo, cada vez la gente está más preocupada por lo que consume por el tema de la salud y cuál es el impacto que tiene eso que consume”, manifestó.
“Cuando compra una yerba que es orgánica o una yerba que está cultivada bajo sombra, sabe que detrás de ese paquete de yerba que está comprando hay todo un trabajo que tiene que ver con la salud, pero también tiene que ver con cómo está ese trabajador, en qué condiciones se trabaja, cómo está afectando”, agregó y señaló que el consumidor, al adquirir yerba mate cultivada bajo sombra, también está talando menos bosques.
Concientizar, educar e informar son algunas de las tareas que consideran fundamentales para generar estos hábitos que son saludables para la población y para el medio ambiente. Esa tarea es responsabilidad de las empresas, pero también de entidades e institutos de injerencia, como el Instituto Nacional de la Yerba Mate,, a través de los programas que impulsa, algo que desde Guayakí aprecian y esperan que se pueda replicar en Paraguay y Brasil, los países con los que trabajan actualmente.
Sin embargo, esto debe estar balanceado con el sistema productivo, para que no deje de ser redituable para el productor. “Hay varias partes: Está el productor, pero creo que una parte importante de este sistema es el consumidor, que tiene que estar informado, que tiene que estar educado sobre qué es lo que está consumiendo. Lo que vemos en Argentina y charlando con la gente que hace yerba mate orgánica, es que hay un aumento de consumo en los últimos años, una demanda mucho mayor“.
A pesar de que la yerba mate es un cultivo que no precisa de la aplicación de tantos agroquímicos, salvo para controlar la maleza, el agroquímico se puede reemplazar con un correcto uso de cubiertas verdes. El impacto mayor fue y es, en gran parte, el desmonte para la plantación de grandes yerbales, algo que se está comprobando, no es necesario, con la arborización en las plantaciones o la incorporación de cortinas de especies nativas.
Un plan de cinco años
Un plan de cinco años
Llevar a góndola este tipo de productos no es sencillo, menos aún económico y es uno de los escollos que atraviesan muchos pequeños productores y cooperativas de baja producción yerbatera. El contexto económico local del país a veces conspira contra los planes de largo aliento. En ese caso, Guayakí actúa como respaldo mediante un proceso, en el cual cubre los costos de la certificación. “Hoy estamos elaborando un plan a cinco años y dentro de ese plan vamos a visitar a cada uno de los productores. Hay gente que ya tiene manejo orgánico y hay gente que quiere cambiar por el manejo orgánico, pero debe tener un mercado para eso también o el costo de la certificación, que para un productor pequeño no es económicamente viable a veces”, reflexionó Fabiana.
Una de las alternativas que tienen estos pequeños productores, es la certificación participativa, donde se trabaja con sellos otorgados por universidades y entidades locales, para una comercialización interna. Pero la exigencia cambia cuando se pretende exportar, donde los sellos sólo lo pueden otorgar certificadoras internacionales y es ahí donde interviene Guayakí.
“Nosotros trabajamos, por ejemplo, con Brasil y para el próximo año vamos a trasladar a Argentina un grupo de productores, donde certificamos, brindamos asistencia técnica a ese productor, hacemos un acompañamiento permanente, pagamos la certificación y después pagamos un precio diferencial por esa yerba mate, porque uno tiene que reconocer ese trabajo que se está haciendo, porque en nuestro caso no es sólo orgánico, también tenemos la certificación comercio justo y también el cultivo bajo sombra, que también tenemos en muchos yerbales”.
Otra de las ventajas de la plantación bajo sombra, quedó en evidencia durante la gran sequía del verano pasado, donde los yerbales a cielo descubierto perdieron gran rentabilidad, mientras que los que implementaron arborización de especies nativas, la pasaron un poco mejor. “Quizás hoy tiene un yerbal que no cumpla con la bajo sombra para nuestro estándar, pero si está haciendo ese proceso, entonces nuestro plan a cinco años es incluir a estos productores que están en transición, para apoyarlos, para que puedan seguir con este proceso de conversión”, detalló.
Producción con perspectiva de género
Una realidad a la que no escapa la producción yerbatera, es la desigualdad de género durante la cosecha, donde las mujeres cosecheras cumplen un rol fundamental, pero que históricamente fueron invisibilizadas y, por este motivo, mal remuneradas. Es por esto que, desde Guayakí, trabajan en la implementación de prácticas y políticas que sostengan con coherencia su filosofía y compromiso social, ya que no se trata sólo de igualdad, también de equidad.”Es una realidad que muchas mujeres no poseen la misma fuerza en las manos que los hombres, por lo que el rendimiento no es el mismo y, por este motivo, el hombre reclamaba un mejor pago”, señaló. Ante esta problemática, decidieron comprar tijeras automáticas que permiten potenciar el trabajo de las mujeres y equiparar el ritmo con los hombres.
“Ellas reciben el mismo salario y las mismas herramientas, porque más allá de la igualdad, queremos darle equidad, darle las herramientas que ellas necesitan”, advirtió Fabiana y agregó que estas herramientas son acompañadas de capacitación y formación, para que tengan prioridad de uso.
Otra problemática histórica que atraviesan muchas cosecheras es la de no tener con quien dejar a sus hijos, aquellas que son madres, mientras trabajan. Eso las obliga a llevarlos al yerbal, no necesariamente para hacer trabajar a los niños, pero eso ya era razón suficiente para que se las señalara como partícipes de explotación infantil, por lo que tuvieron que recurrir a organismos del Estado para buscar soluciones en conjunto.
“Estamos trabajando con la Secretaría de la Mujer, en Andresito, para darle trabajo a mujeres que están desempleadas, también tienen una EPI, donde las mujeres pueden dejar a sus chicos. Necesitamos que las mujeres se puedan desarrollar, puedan trabajar al igual que el hombre”, finalizó Fabiana.