Juventud, evasión y la búsqueda de un futuro en un país que agotó sus promesas

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En las estadísticas frías y en las pantallas luminosas de los celulares se libra una batalla silenciosa por el alma de una generación. Mientras los indicadores económicos pintan un panorama desolador, los algoritmos ofrecen refugios efímeros a una juventud que navega entre la precariedad laboral y la necesidad de desconectar de una realidad que los supera. Argentina enfrenta no solo una crisis económica, sino una crisis existencial de su juventud, atrapada entre el trabajo precario, el consuelo digital y la búsqueda de sentido en un mundo que parece haber agotado todas sus promesas.

Los números del desencanto: el panorama económico y social

Las cifras oficiales revelan un paisaje desolador para los jóvenes argentinos. Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la desocupación en menores de 29 años alcanza el 18.4%, casi el doble que el promedio nacional. Esta situación es particularmente crítica en el interior del país, donde las oportunidades formales escasean.

Frente a esta realidad, las fuerzas de seguridad se han convertido en un empleador clave. Datos del Ministerio de Seguridad de la Nación muestran que las fuerzas policiales y de seguridad son el principal empleador formal para varones jóvenes en muchas provincias del interior, con un aumento del 15% en las inscripciones durante el último año. Este dato no es una anécdota, sino un indicador crudo de la falta de alternativas en el mercado laboral formal.

La situación educativa completa este panorama desolador. Según el Ministerio de Educación de la Nación, la deserción escolar en el nivel secundario en provincias del NEA asciende al 8.5% anual, una de las tasas más altas del país. Los jóvenes que logran completar sus estudios se enfrentan a una elección imposible: migrar hacia centros urbanos o conformarse con empleos precarios que no requieren formación especializada.

El costo humano: salud mental y evasión digital

Esta realidad económica tiene su correlato en la salud mental. La Sociedad Argentina de Pediatría reporta en sus estudios que el 65% de los adolescentes y jóvenes presentan síntomas de ansiedad y depresión. A nivel nacional, el Ministerio de Salud de la Nación reporta que la tasa de suicidio en jóvenes de 15 a 24 años se ha incrementado en un 40% en la última década, transformándose en la segunda causa de muerte en este grupo etario.

Frente a este panorama, las pantallas se han convertido en el refugio predilecto. El informe Digital 2024 para Argentina, elaborado por las consultoras We Are Social y Meltwater, muestra que el país se ubica entre los tres de Latinoamérica con mayor consumo de contenidos breves en redes sociales, con un promedio de 2.7 horas diarias dedicadas específicamente a estas plataformas. Este escape digital no es casual: coincide temporalmente con el aumento del 30% en las consultas por trastornos de ansiedad en el sistema público de salud, según los registros de hospitales públicos nacionales.

“Lo que vemos es una generación que busca escapar de un presente angustiante a través de estímulos inmediatos”, explica la Dra. Ana López, especialista en salud mental adolescente del Hospital Ramos Mejía. “El problema es que estos mecanismos de evasión digital terminan profundizando el malestar, creando un círculo vicioso donde la realidad se vuelve cada vez más difícil de enfrentar”.

Donde la teoría encuentra la tierra: respuestas comunitarias desde la base

Mientras tanto, en los márgenes del sistema, surgen respuestas que combinan la tradición con la innovación. El Registro Nacional de la Economía Popular reporta que las ferias de trueque y las huertas comunitarias han experimentado un crecimiento del 45% en el último año. En Misiones, la Tecnicatura en Agroecología de la IEA N° 17 ha visto incrementar su matrícula en un 60% desde 2020, según datos de la propia institución, mientras que la Red de Ferias Francas de Misiones reporta que estos espacios de comercialización pasaron de 20 a más de 150 en toda la provincia.

El fenómeno de las ferias francas en Misiones representa un caso emblemático de esta búsqueda de alternativas. Según datos de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Provincia, estas ferias movilizan anualmente más de 12.000 productores y generan un intercambio económico que supera los $3.500 millones anuales. Lo significativo no son solo los números, sino el modelo de organización: circuitos cortos de comercialización, precios justos y fortalecimiento de la economía local.

Entre el desencanto y la resiliencia: la tensión de una generación

La tensión entre la evasión digital y la búsqueda de alternativas concretas define el espíritu de esta generación. Mientras las plataformas digitales reportan récords de uso, las organizaciones comunitarias registran un incremento sin precedentes en la participación juvenil. Son dos caras de una misma moneda: la necesidad de encontrar sentido en un mundo que ha roto sus promesas tradicionales.

Los datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) muestran una contradicción reveladora: mientras el 48% de los jóvenes cree que su situación personal mejorará en los próximos años, solo el 23% confía en que el país vaya en esa dirección. Esta divergencia entre la esperanza personal y el pesimismo colectivo explica gran parte de las tensiones que definen el presente.

El desafío de conectar con lo real

El gran desafío que enfrenta esta generación es transformar el descontento en construcción. Mientras las estadísticas de salud mental muestran el costo del malestar, las iniciativas comunitarias demuestran que existe un camino posible. La clave parece estar en conectar el desencanto con proyectos tangibles, en transformar la evasión en participación y el malestar individual en construcción colectiva.

Como señalan análisis del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), “estamos ante una generación que ha comprendido que las soluciones individuales son insuficientes, pero que aún no termina de encontrar los canales para la acción colectiva. Su gran tarea será construir nuevas formas de organización que respondan a un mundo que ha cambiado para siempre”.

El rol de la educación técnica y la formación profesional

En este contexto, la educación técnica y la formación profesional aparecen como espacios privilegiados para la construcción de alternativas. Según datos del INET (Instituto Nacional de Educación Tecnológica), las escuelas técnicas de la provincia de Misiones han incrementado su matrícula en un 12% interanual, especialmente en las orientaciones relacionadas con la producción agroindustrial y el desarrollo de software.

La Tecnicatura en Desarrollo de Software del Instituto Posadas, por ejemplo, ha logrado una inserción laboral del 85% de sus egresados en los primeros seis meses, según datos de la propia institución. Estos casos muestran que cuando la formación se conecta con las demandas concretas del territorio y del mercado laboral moderno, los jóvenes encuentran caminos viables para proyectar su futuro sin necesidad de migrar.

Hacia un nuevo contrato social: políticas públicas y organización comunitaria

La magnitud del desafío requiere respuestas que combinen políticas públicas inteligentes con la potencia de la organización comunitaria. Programas como “Potenciar Trabajo” del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que alcanza a más de 1.2 millones de personas en todo el país, representan un piso mínimo de contención, pero resultan insuficientes para construir proyectos de vida dignos.

Experiencias como la Ley de Promoción del Trabajo y Arraigo en Zonas Rurales de Misiones, que otorga beneficios fiscales a emprendimientos que se radiquen en el interior provincial, apuntan en la dirección correcta pero necesitan ser ampliadas y complementadas con estrategias integrales que incluyan acceso al crédito, capacitación técnica y conectividad digital.

El verdadero cambio, sin embargo, probablemente no vendrá desde arriba sino desde las bases. Las asambleas barriales de jóvenes que organizan huertas comunitarias, los colectivos de artistas urbanos que recuperan espacios públicos, las cooperativas de trabajo que generan empleo genuino: en estos espacios microscópicos pero vitales se está escribiendo el guión de una nueva forma de habitar el mundo.

Como bien señalaba el educador Paulo Freire, “la educación no cambia al mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. En cada joven que elige la agroecología sobre el agronegocio, en cada programador que desarrolla software para economías regionales, en cada docente que enseña desde la realidad local, se cumple esta profecía pedagógica. Y tal vez en esta apuesta por una educación arraigada en el territorio resuene aquella consigna de Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. La verdadera revolución de esta generación podría estar en rechazar tanto la evasión digital como el conformismo, para embarcarse en la construcción paciente de un futuro donde el conocimiento y la tierra vuelvan a entrelazarse.

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