La soberanía de un campesino

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¿Que hay sino más soberano que personas que llevan generaciones asentadas en un terreno produciendo sus propios alimentos de manera tan resiliente que sus hijos tengan las mismas o mejores condiciones de producción que sus padres?

Más allá del respeto implícito a los productores de alimentos que, en el caso de la provincia de Misiones, abarcan el 64% de comida consumida en dicha provincia, las familias campesinas merecen reconocimiento por la libertad que hoy ejercen en su asentamiento. A continuación se señalan algunas de las dimensiones en las que estos ejercen sus libertades.

Soberanía alimentaria: el campesino tiene a su disposición comida que él mismo produce y está en él la decisión de si producir con o sin venenos y, de no hacerlo, sabe que lo que come es sano. Tiene a su disposición las plantas alimenticias no convencionales (P.A.N.C) que correspondan a su localidad, lo cual le provee de alimentos sanos sin esfuerzo extra. su vínculo con los animales que cría para alimento es mucho más sano y mucho más eficiente en cuanto al respeto y cuidado que quienes se autoproclaman ecofriendly por comprar verduras transgénicas de latifundios de otro continente antes que comer carne. Ante los ojos de un chacarero, estas personas simplemente son ingenuas.

Soberanía de tiempo: Si bien el campesino se ve obligado en la mayoría de los casos a vender su fuerza de trabajo, éste está aislado del ruido y de los ritmos que impone la ciudad con sus alarmas “Morning Flower”. Si un día se siente cansado, va y se echa a dormir, sabiendo que al día siguiente estará mejor y podrá ser más eficaz en sus labores cotidianas. sus tiempos son los de sus plantas que espera pacientemente ver fructificar. Su preocupación es si este invierno caerá helada y no si hoy llegará tarde al trabajo y luego le echarán, porque él, aunque sin saberlo, es el sueño de todo joven emprendedor que anhela ser su propio jefe trabajando más duro. En contraste, el filosofo surcoreano Byung-Chul Han retrata las sociedades “exitosas” como la de su pais, que encabeza el ranking de vanguardia tecnológica, a la vez que ocupa el segundo lugar en el ranking de tasa de suicidio segun la OMS  «La aceleración actual tiene su causa en la incapacidad general para acabar y concluir. El tiempo aprieta porque nunca se acaba, nada concluye porque no se rige por ninguna gravitación», señala Han en “El aroma del tiempo”.

Soberanía de pensamiento: Es soberano de la influenciabilidad que propicia la sobreestimulación en la sociedad de consumo: Esto abarca desde estar parcialmente aislado de la cultura globalizada de las redes sociales, sus trends y memes (simplificando así su sentido de humor y satisfacción en general), hasta la estimulación que genera el marketing que funciona tanto en las vidrieras de los locales como en la propaganda pro-consumo de la industria cinematográfica, televisiva, radiofónica, etc. La parcialidad de este aislamiento radica en que si bien la mayoría de los campesinos tiene un smartphone, éstos no consumen el mismo contenido que alguien criado en la urbanidad, pues su educación en tanto a la relación con el éxito, el placer y el trabajo son distintas a la de alguien que vive en la ciudad.

Soberanía energética: Si desea ir a un lugar lejano, ensilla su caballo y sale temprano. Si desea arar la tierra para plantar encanga los bueyes y si desea hacerse su comida arrima unos tizos e inicia un fuego. En este sentido, las familias campesinas son la ventana al pasado a la vez que lo son hacia el futuro: Las familias que aún replican las técnicas tradicionales de producción agrícola aprendidas de sus antepasados, son la prueba de que la tecnología preindustrial (que fue ocultada por empresas que priorizan sus ganancias antes que la salud y bienestar de la gente) es clave para un tránsito funcional al decrecimiento.

Soberanía de oficios: El mismo aislamiento que le significa vivir en el campo o la chacra, provoca que no tenga a su disposición un herrero, un plomero o un electricista al que pueda pagar para que solucione sus problemas. Es por ello que cada campesino deberá encontrar la forma de aprender a resolver sus problemas, o, si le es posible, recurrir a sus escasos vecinos que, quizá, sepan un poco más que ellos del asunto, solo para que los mismos ahora también aprendan, para no molestar al vecino nuevamente.

Soberanía de seguridad: el aislamiento también lo aleja de las grandes masas de personas de la ciudad, dentro de las cuales hay algunas que querrán ir a robarle. En cambio, si se vive en el monte, uno tiene perros o gansos que le avisan ante la llegada de un extraño, a su vez que al extraño se le dificultará bastante encontrar la casa de este chacrero y decidirá ir a la ciudad. Como si esto fuera poco, los mismos vecinos del chacrero le avisarían de haber alguna persona o actividad fuera de lo común. Si un campesino se ve comprometido en su situación económica tiene más recursos para subsistir que si estuviera en la ciudad, por lo que es menos propicio a salir a robar por necesidad.

Nada más que un pequeño porcentaje de las familias campesinas de la región es soberana en todos los sentidos antes expuestos, debido a fenómenos como el éxodo rural o el desembarco de la cultura del consumo que éstos reciben a través de las redes sociales. Sin embargo, los hay quienes cumplen con la mayoría o inclusive todos los puntos. Esto implica que existen personas que merecen un especial reconocimiento por dicha cualidad de soberano que le convierten en vanguardia no solo técnica sinó de calidad humana y por tanto en ejemplo para todo el mundo.

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