
Los calores de agosto
La fugaz visita de Mauricio Macri a Posadas debe leerse en clave electoral. El Presidente vino solo a apuntalar las candidaturas al Congreso nacional de Humberto Schiavoni y Luis Pastori. Evitó cualquier referencia a las asimetrías que agobian a los comerciantes posadeños y generan una sangría permanente de dinero por la frontera hacia Paraguay.
Fue el propio Schiavoni el que le sacó la responsabilidad. El candidato a senador aseguró que el ministro de Producción, Francisco Cabrera, prometió abrir una mesa de diálogo con comerciantes, Provincia y municipio para analizar el promocionado artículo 10 de la ley Pymes, que le da las herramientas a Macri para suministrar algún remedio especial que alivie el dolor de la frontera.
Después de un año y medio, por fin se “armará una mesa” para volver a discutir los reclamos provinciales, hasta ahora desdeñados como un problema de “coyuntura” que “a veces beneficia a uno u otro lado”, como dijeron a coro el ministro de Economía, Nicolás Dujovne y el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
El demorado primer paso entusiasmó a los comerciantes posadeños, que a través de cuatro vías le hicieron llegar sus lamentos al Presidente durante su breve estadía por Posadas. No hubo posibilidad de un encuentro cercano. Macri se movió en helicóptero desde el aeropuerto al centro –aterrizó en el estadio de Guaraní Antonio Franco- y el club Tokio, escenario del acto, estaba rodeado por un doble vallado varias cuadras a la redonda, custodiado por policías provinciales, de la Federal y la Gendarmería. El cacheo fue sumamente estricto para con militantes, curiosos y periodistas.
El tratamiento de los reclamos misioneros deberá superar los mismos obstáculos.
La “mesa de diálogo” es una instancia inicial, que en tiempos electorales puede estirar la agonía más allá de los límites. Como condición, Schiavoni aclaró que la Provincia deberá hacer el “sacrificio” de bajar Ingresos Brutos.
Los comerciantes no quieren jugar a ese toma y daca que dilate las soluciones. Exigen respuestas perentorias a un planteo que ya lleva año y medio sin respuesta. Este martes habrá otro encuentro paralelo entre la Confederación Económica de Misiones y el secretario Pymes, Mariano Mayer. Los distintos frentes persiguen el mismo objetivo.
El Gobierno provincial tampoco acepta entrar en esa lógica. Si bien es cierto que Macri y el gobernador Hugo Passalacqua hablaron sobre una rebaja de Ingresos Brutos a los créditos hipotecarios, que podría hacerse efectiva, eso no implica que se juegue a la ruleta con la política fiscal que es la piedra basal de la Renovación.
Passalacqua, lejos de los inquinas de tiempos electorales, hizo gala de sus mejores dotes de anfitrión en el encuentro que tuvo con Macri por cerca de 40 minutos en la sala VIP del aeropuerto de Posadas. Los minutos fueron bien aprovechados. Passalacqua le explicó al Presidente las acciones que se llevan adelante para potenciar a Misiones como plataforma para el desarrollo industrial de la región. Le contó de los inversores que están llegando a la provincia y los detalles del Puerto que estará en proceso de operación para 2018, además de las obras de infraestructura propias y con apoyo nacional. Macri se mostró interesado y garantizó respaldos.
Incluso, quedó asombrado cuando Passalacqua le anticipó la llegada de Reisender Electronic Technology S.A, la empresa creadora de la moto eléctrica Voltu, que se instalará en el Parque Industrial de Posadas, después del acuerdo firmado el viernes.
El diálogo fluido, de todos modos, no modifica las convicciones.
Apenas unas horas antes del arribo de Macri a Posadas, en el paraje Tacuará, en la zona rural de Santo Pipó, dejó clara la visión “misionerista”: “Este Gobierno ha decidido hace varios años tomar el destino de Misiones en sus propias manos. No queremos que nos mande nadie de afuera. El soberano es el misionero. El Estado está acá, donde tiene que estar. La otra concepción es que el mercado arregla todo. Macana. El pobre es más pobre y el rico más rico”.
En la otra punta de la provincia, en Bernardo de Irigoyen, reforzó el concepto cuando entregó un generador eléctrico transportable, por el que el Estado pagó más de 500 mil dólares. “Hay dificultades, pero gracias a que cobramos nuestros impuestitos, después los resultados se tocan”, dijo palmeando el enorme motor.
Lo cortés no quita lo valiente.
Esa sostenida política fiscal es la que permite mantener la prioridad en la contención social, la inclusión y el desarrollo educativo. Passalacqua anunció el viernes, el mismo día en que se confirmaban nuevas inversiones en el Parque Industrial, que el gasto social del Presupuesto 2018 girado a la Cámara de representantes es el más alto de la historia.
La previsión de gastos y recursos para 2018 es de 55 mil millones de pesos y de ese total, el 56,7% será destinado al área social, lo que representa el registro histórico más alto. Este monto significa asimismo, un 13% más de lo presupuestado para el mismo fin en este ejercicio. “Esto significa poner en práctica nuestro concepto de Estado fuerte y sensible, al mismo tiempo. El momento difícil que atravesamos con más razón lo demanda”, enfatizó el mandatario, quien cerró una semana plena de gestión.
En la mesa de reforma fiscal, Misiones se comprometió a no subir impuestos y a limitar gastos, pero no a regalar su única fuente de recursos a cambio de una hipotética compensación posterior.
El último ejemplo de una política fiscal que no cobraba impuestos no es de hace demasiado tiempo. Durante la década de los 90, cuando gobernaba Ramón Puerta, hoy embajador en Madrid, la industria tributaba cero, el Estado recaudaba a través del impuesto a los sueldos y se financiaba con deuda, incluso para gastos corrientes. El epílogo fue que miles de misioneros se quedaron sin empleo y en medio de una pobreza insoportable.
Una década después, con impuestos a la industria, la economía misionera creció constantemente, con más empresas abiertas, empleo elevadísimo y reducción de índices de pobreza constantes, pese a la persistencia de un núcleo duro.
Macri recordó que inició su recorrido político en Misiones, donde llegó a tener domicilio para votar a su amigo ahora en Madrid y poder acceder a licitaciones de obra pública. Schiavoni lo acompañó desde entonces, confió el Presidente.
Pese a sus años en contacto con Misiones, Macri tuvo un lapsus que le valió las burlas cuando olvidó el nombre de las Misiones Jesuíticas. Su público, fiel, no esperaba retórica. Si se puede.
Pero las palabras del Presidente deben leerse, como dijimos, en clave electoral. El discurso estuvo dirigido, más que para quienes lo aplaudían en el estadio japonés, a sostener el contraste entre el pasado y un futuro que, aventura, será mejor. Del presente, algunas menciones a los escasos brotes verdes y no mucho más. Hasta dejó en una incómoda posición a sus propios candidatos, cuando defendió la relación con la administración Passalacqua y destacó que está “haciendo una buena gestión”. ¿Cómo siguen los candidatos locales de Cambiemos si el propio Presidente les coartó el discurso?
Macri incluso eludió mencionar a Julio De Vido, quien horas antes había sorteado el intento del Gobierno de expulsarlo del Congreso. “De los corruptos se debe ocupar la Justicia, en forma rápida”, exigió.
Si lo hubiera dicho antes de la derrota parlamentaria, se hubiera evitado el bochorno de la sesión que sirvió para exacerbar la grieta en un show televisivo que no hace más que fomentar el desprecio por la política.
Justamente, es la justicia la que debe ocuparse de que las denuncias sean investigadas y que los responsables paguen por sus delitos. Para eso, los jueces deben también ofrecer una ecuanimidad que hoy brilla por su ausencia. Causas que se exponen a los medios, pruebas que aparecen convenientemente cuando más lo necesita la política, demoras increíbles cuando se trata de un sector y celeridad exprés para desvincular a aquellos que están vinculados al nuevo oficialismo. Los jueces –la mayoría- se especializan en juzgar a los gobiernos salientes, mientras son condescendientes con el presente. Sea este u otro oficialismo.
La casi expulsión de De Vido debería preocupar a la política. No se pone en tela de juicio aquí si es o no culpable. De eso, como dijo Macri, se debe ocupar la Justicia y demostrarlo. Tampoco se pretende aquí defender privilegios. Los fueros no evitan que sea investigado o incluso detenido si hubiera elementos. Pero fueron pensados para evitar que determinados servidores públicos sean acusados sin fundamento y garantizar la libertad de expresión, entendida como necesidad del legislador de controlar, interpelar y disentir libremente con el Ejecutivo evitando represalias. También con la de mantener el equilibrio entre los poderes del Estado, salvaguardando la independencia que es la base de la República.
Echar a un legislador por “acumular denuncias” o sospechas de corrupción, que gracias a los medios se convierten en hechos consumados, no fortalece la República. Ni siquiera el juez se animó a pedir el desafuero de De Vido. Echar a cualquier legislador que es investigado –habría un menú bastante amplio- es darle un enorme poder a un juez sobre los integrantes de otro poder. Lejos del equilibrio. Una espada de Damocles permanente sobre el Congreso.
El objetivo de fondo, hay que decirlo, no era echar a De Vido, sino poner de un lado y del otro, a quienes no votaron su expulsión.
Lejos de esa grieta que solo sirve a Buenos Aires, los representantes de Misiones por la Renovación no estuvieron en la sesión y la kirchnerista Cristina Britez votó en contra de la expulsión.
Como el manual de Durán Barba indica, los diputados misioneros de Cambiemos pretendieron explotar esa ausencia.
“Nos hubiera gustado que el mismo énfasis lo hubieran puesto en aprobar la declaración de la emergencia yerbatera o en convencer al Presidente de reglamentar el artículo 10 de la ley Pymes”, retrucaron desde la Renovación.
El oficialismo local mantiene la palabra de garantizar la gobernabilidad, pero en el tiempo electoral también saca a relucir las diferencias.
A diferencia de los deseos de Macri, no solo se pone en juego el rumbo del Gobierno nacional, sino el poder territorial.
El juego presidencial, tampoco es necesario aquí. Él hace foco en el pasado. Aquí el pasado reciente transcurre en armonía, con políticas que se fueron asentando con el paso de los años, pero que mantienen el mismo norte. La inclusión, la educación, el desarrollo de la economía son los ejes de las políticas públicas.
La decisión del voto depende, también, del humor económico, que puede ser más relevante que las promesas de un mejor pasar futuro. Las asimetrías, lejos de ser un problema circunscripto a los comerciantes, como pretendió Schiavoni, están generando un efecto cascada que afecta a la economía local y se extiende también a las posibilidades de recaudar del Estado.
Los sondeos indican que los problemas locales no son necesariamente los mismos que los de la Nación y la sociedad identifica a quien obedecen cada uno de los candidatos.
La Renovación se impuso el misionerismo como mandato. Y las encuestas revelan que la sociedad misionera prefiere a quienes se identifican con este concepto. Incluso algunos partidos de la oposición comenzaron a territorializar sus discursos. Solo Cambiemos se queda como un espacio “nacional”.
Por eso, claro, le conviene repetir el escenario de 2015, exacerbando el contraste entre “buenos” y malos”, “honestos” y “corruptos”. Una dicotomía que no admite demasiado análisis, cuando la primera plana del Gobierno nacional acumula denuncias tan o más complejas que las que arrastran sus predecesores.
Hay que pasar el agosto. Quedan catorce días para las primeras elecciones. Será la oportunidad para tomarle el pulso a la situación. La grieta no se pone en juego en Misiones.