
El futuro es hace 100 años, menonitas y decresentismo
Argentina, una nación con una historia marcada por ciclos económicos agitados, se enfrenta nuevamente a las severas consecuencias de una crisis. Este escenario, dominado por la inflación, el desempleo y la incertidumbre económica, deja una huella profunda en la salud mental de su gente. El Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) mostró los resultados de un estudio donde el 45,5% de los argentinos está atravesando una crisis, ya sea vital o económica, y el 9,4% de las personas están en riesgo de sufrir un trastorno mental. El desempleo, como tan solo una consecuencia de la crisis, ya no solo priva a las personas de ingresos, sino también de sentido, propósito y pertenencia.
Estos números nos dan una pauta, no de la crisis actual como un derivado directo de la inflación, sino de haber elegido un modelo de sociedad que solo encuentra satisfacción en el consumo. Sufrimos por no pagar deudas, sentimos impotencia por no lograr progresary nos estresamos por no ver una luz al final del tunel. Culpamos al gobierno, a los corruptos o a los multimillonarios de turno, ignorando que en cada acción tomamos la decisión de defender una forma de vivir consumista. Aun quien logra separar al modelo de quien lo representa, teme separarse del rebaño porque sabe que abandonar el sistema capitalistaimplica sacrificar, tanto lujos como la luz eléctrica, como la mismísima manera de pensar. Una alternativa seria frente a esta coyuntura es el decrecentismo, tanto material como psicológico.
Como ya mencionamos en artículos anteriores, el decrecentismo nos muestra no una alternativa al autodestructivo modelo vigente, sino que plantea al decrecimiento como un fenómeno del que no hay alternativa. Es decir, claro, el petróleo se terminará y las pantallas se apagarán, dejando a toda una generación huérfana de aquello sobre lo que alguna vez tanto se recostó. La idea que me quita el sueño a mí, no es cuando ocurrirá el tan previsto colapso ni por qué, sino como afrontaremos esta orfandad.
Es en esta incertidumbre que me tope con una esperanza, los menonitas. Los menonitas son un grupo religioso cristiano que se originó en el siglo XVI durante la Reforma Protestante en Europa. Deben su nombre a MennoSimons, un líder religioso anabaptista de los Países Bajos. Ellos forman parte de la tradición anabaptista, que se caracteriza por la independencia del estado, el pacifismo, la comunidad, la solidaridad y, quizás lo más notable para mí, la vida sencilla. Estos ingredientes, junto con un estricto rechazo a los avances tecnológicos a partir de principios del siglo XX, crearon una cultura paralela que no dependió nunca del petróleo ni ninguno de sus derivados. Aunque esto último no parezca un dato demasiado relevante, esta dependencia no solo les permitió ser autosuficientes, sino también evitar que sus mentes se contaminen de hidrocarburos.
Los menonitas suelen vivir con menos bienes materiales y no tienen preocupaciones por el status social basado en la posesión de objetos. La vida en estas comunidades a menudo se centra en lo esencial y en actividades comunitarias y familiares, en lugar de en el consumo material. Esto lleva a una mayor satisfacción personal y a una reducción del estrés relacionado con las expectativas de consumo.
Muchas comunidades menonitas practican la agricultura autosuficiente y otras formas de producción propia de alimentos y bienes. Esta autosuficiencia no solo reduce la dependencia del mercado y las fluctuaciones económicas, sino que también proporciona un sentido de logro y propósito, lo que es beneficioso para la salud mental. Esta autosuficiencia reduce la exposición de los pobladores a la presión que supone mercado laboral moderno, el cual tiende a provocar altos niveles de estrés y ansiedad. En lugar de competir por bienes materiales, las comunidades menonitas enfatizan el apoyo mutuo y la cooperación. Este sistema de ayuda comunitaria puede aliviar el estrés individual al proporcionar una red de seguridad en tiempos de necesidad.
Desgraciadamente, estas comunidades no suelen ser atractivas para los que buscan alternativas al actual sistema, porque las mismas, además de rechazar ferozmente la tecnología, practican el cristianismo,lo cual a ellos les representa el motor de la comunidad. Estos factores hacen que su modelo de sociedad,a menudo,no seduzca tanto.
Pero la verdad es que el tiempo se agotó, los recursos como el petróleo ya alcanzaron su pico de extracción hace años y eso provocará un colapso progresivo. Del cual no saldremos ilesos sin una propuesta seria frente a esta recaída.
Sin embargo, las comunidades menonitas son la prueba fehaciente de que hay una alternativa al voraz modelo petrodependiente, el cual no hace más que provocar sufrimiento, hambre y guerra. La vida en equilibrio con el medio que supone la petroindependiente es bastión de la resiliencia frente a esta crisis. El decresentismo no es sinónimo de sufrimiento y dolor, sino todo lo contrario. Estamos intoxicados, intoxicados de creer que la solución se compra en efectivo.