El poder de Mayo

¡El Cabildo no nos mira, hagamos oír nuestra voz! La sentencia, breve, de Carlos Rovira, representa un sentimiento que atraviesa a todo el país, que observa cómo el poder concentrado en el puerto de Buenos Aires se fagocita al país en una pelea inconducente cuyo ganador únicamente podría disfrutar de una victoria pírrica.
Esa desazón tiene argumentos históricos. Desde la Revolución de Mayo, el federalismo quedó inconcluso, una deuda pendiente de la patria naciente que con el paso de los años no hizo más que agudizarse. Por eso cobra cada vez mayor relevancia el grito del Norte Grande, el conglomerado de fuerzas de diez provincias que no distingue colores políticos y que dice, por primera vez con mucha fuerza “Aquí estamos nosotros”. Ese factor de poder inédito, se mete en el tablero político y despierta incluso otras voces, quizás un poco más acomodadas del centro y sur del país.
La sentencia pendiente en manos de la Corte Suprema tensiona los nervios de todos los gobernadores. Si los cuatro cortesanos fallan a favor de Horacio Rodríguez Larreta en la discusión por el reparto de los recursos de coparticipación, el andamiaje “federal” se irá definitivamente al traste. El planteo extorsivo del alcalde porteño desnuda la obscenidad del sistema: Larreta prometió “bajar impuestos” si la Corte le devolvía el generoso aumento de coparticipación que le regaló por decreto Mauricio Macri y que Alberto Fernández le quitó apenas asumió.
El gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, acusó a Rodríguez Larreta, de haber enviado un mensaje en “porteño unitario básico” a la Corte Suprema. “Ah muy bien!!… Un hermoso y contundente mensaje a la CSJN y al resto del país, por parte del centralismo porteño”, escribió Zamora en las redes sociales, al referirse a las declaraciones formuladas por Rodríguez Larreta.
El alcalde reconoce que ni siquiera están en disputa los fondos para financiar la Policía -que ya recibe por otra ley-, sino simplemente un modo de seguir financiando con los recursos de todos, a la ciudad más rica del país. Los gobernadores estiman que son más de 500 mil millones los que están en juego. O se reparten o terminarán financiando el embellecimiento de algún barrio porteño. Es decir, no se modificará el statu quo. Que las provincias -las otras, el resto, la de los caciques- se financien como puedan. Con más impuestos.
La paradoja es que el distrito que más repele a los “planeros”, es al mismo tiempo el más subsidiado de la Argentina. Con la plata de todos.
Por eso no debe sorprender la reacción de los gobernadores. Se sienten asfixiados por disputas lejanas que no involucran más que a un puñado de personas, convivientes del Obelisco y alejados de los problemas cotidianos del resto del país. A saber, Alberto Fernández y la ineficacia para controlar los precios, en medio de su pulseada con Cristina Fernández y la fractura expuesta con la dirigencia de La Cámpora. Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, los intereses del PRO y un radicalismo irresoluto. La propia Corte Suprema, con cuatro juristas -dos de ellos entraron por decreto- que con sus decisiones tomadas en cómodos despachos, comprometen el destino de todo el país.

Son nombres que se repiten en la última década. Son responsables en mayor o menor medida por la inflación, el endeudamiento crónico y el sometimiento nuevamente al Fondo Monetario Internacional. No ofrecen nada nuevo pensando en 2023 y, por el contrario, son cómplices del surgimiento de una ultraderecha outsider con chances de disputar el poder de la mano del impredecible Javier Milei.
Los candidatos de Cambiemos, literalmente, prometen insistir en lo que hicieron entre 2015 y 2019, cuando dejaron al país con récord de inflación, pobreza, desempleo y una deuda impagable. María Eugenia Vidal, en su paso por Misiones acompañada por el senador Humberto Schiavoni, prometió una reforma laboral, sobre la que insisten en la alianza.
En el Frente de Todos la interna eterna no permite vislumbrar siquiera en qué condiciones se llegará a 2023, con un grado de fragmentación interna inédito para una coalición de distintas vertientes del peronismo, con el peligro incluso de perder las elecciones. Alberto sueña con la reelección. El kirchnerismo duro quiere una tercera oportunidad para Cristina.
En ese hastío debe leerse la avanzada de los gobernadores -entre ellos el misionero Oscar Herrera Ahuad-, para intentar, desde el Congreso, equilibrar un poco la balanza. Dos proyectos tienen ese sello: el del nuevo modelo de reparto de los subsidios para el transporte público y, el esencial, la reforma de la Corte por un sistema más federal, con representantes de cada una de las provincias. Una Corte ampliada con 25 representantes, cada uno con el mismo peso que el otro. No será una empresa sencilla, pero más allá del resultado final, la voluntad quedó explícita.
En el Senado ya hay cuatro proyectos que contemplan una ampliación de los cortesanos -16 es el máximo número proyectado-, pero con la incorporación por regiones y con paridad de género.
La lógica de los gobernadores es que la Corte actual concentra un exceso de poder, más político que jurídico. Y son cuatro hombres que no son elegidos por la sociedad, no rinden cuenta de sus actos y siquiera tributan como el resto de la sociedad. Se parece más a un resabio del virreinato que a una construcción democrática 200 años después.
Misiones tiene claros ejemplos de cómo ese poder cortesano se para por encima de los intereses provinciales: rechazó sin más la ley de Envasado en Origen de la Yerba Mate y la custodia del río Iguazú superior al que se pretendía convertir en Parque Provincial. En ambos casos primó un interés centralista por sobre los de la provincia.
Ahora mismo será esta Corte la que defina otra disputa clave: el límite de plantaciones de yerba mate, fijado para evitar una sobreproducción que derrumbe los precios como ocurrió en los 90, cuando se libró todo al poder del libre mercado. En esa resolución se juega mucho más que la supervivencia de los pequeños productores yerbateros: se juega la autonomía de Misiones para fijar las reglas de su modelo productivo. Cuatro cortesanos tienen en sus manos ese poder. Más poder que los miles de productores misioneros que protagonizaron el tractorazo, que acaba de cumplir dos décadas.
Contra ese centralismo está decidido a luchar Misiones. Uno de los próximos pasos será reclamar un punto más de coparticipación –pasar de 3,43% a 4,43%, lo que implicaría percibir aproximadamente cuatro mil millones de pesos más por mes-. El argumento será el Censo 2022, cuyos datos definitivos mostrarán un crecimiento por encima del promedio -20 por ciento, contra 17- y una población superior a los 1,3 millones de personas, lo que coloca a Misiones por encima de Chaco y Corrientes y prácticamente tres veces Formosa. Misiones es la novena provincia más poblada, con la octava economía del país, pero recibe recursos como si fuera la 21.
Esa batalla es central. Y sólo se puede dar desde el convencimiento y la identificación. La Renovación se embandera con esa premisa. La sociedad también parece identificar quién está en cada posición.
Una encuesta de la consultora Analía del Franco revela que los dirigentes de la Renovación le sacan una amplia distancia a los de la oposición.
Según el sondeo, Hugo Passalacqua encabeza la intención de voto, seguido por el vicegobernador Carlos Arce, ambos con más del 50 por ciento de las adhesiones. Arce también es un potencial candidato a senador, que también obtendría un elevado caudal de votos.
La Renovación también tiene figuras de recambio con alta intención de votos, como el joven diputado Lucas Spinelli y la experta en Educación, Sonia Rojas Decut, cuya trayectoria profesional es mucho más extensa que la política, pero no menos valorada.
En Posadas la encuesta de Analía Del Franco no deja dudas sobre el respaldo que cosecha el intendente Leonardo Stelatto. El 80 por ciento de los consultados lo votaría. En la oposición no se identifica a algún candidato con potencial. .
En la alianza Cambiemos el que mejor se posiciona es el radical Martín Arjol, pero por debajo de los diez puntos. El ex director de Yacyretá, Martín Goerling anda cerca, pero le iría mejor por fuera de Cambiemos. La parábola de Arjol es que parece haber encontrado su techo en las legislativas pasadas, pero su voto en contra del Presupuesto nacional, que le privó a Misiones de obras por casi cien mil millones, parece haber calado hondo en los votantes. También perdió peso específico por las guerras internas del radicalismo, enfocadas más en el reparto de cargos que en el fortalecimiento colectivo.
El Frente de Todos no tiene mejor suerte. No asoman candidatos distintos a los ya ofertados. Cristina Brítez y Héctor “Cacho” Bárbaro juegan distanciados, pero juntos no suman el diez por ciento de las preferencias. Al partido Agrario le iría mejor en soledad. Si alguna expectativa tenía Martín Sereno de seguir como candidato, el incidente de tránsito en el que murió un joven, parece haber sepultado definitivamente sus chances.
La suerte de los candidatos locales de la oposición también está atada a lo que les suceda a sus dirigentes nacionales, riesgo que no corre la Renovación. En el caso del Frente de Todos, según el Directorio Legislativo, Alberto Fernández está en el podio de los presidentes con peor imagen, con un 60 por ciento de negatividad, detrás de Pedro Castillo de Perú e Iván Duque, de Colombia. Será de mala su gestión que por primera vez un candidato de la izquierda tiene la oportunidad de ganar las elecciones en Colombia de la mano de Gustavo Petro.
En la Argentina, el 58,8 por ciento rechazaría una candidatura de Cristina Fernández, mientras que el 61,1 por ciento descarta votar un segundo tiempo de Mauricio Macri, según una encuesta de Raúl Aragón y asociados. Sin embargo, Cristina le ganaría a Alberto y sin Cristina el FDT perdería las elecciones. Macri se impondría en una interna de Cambiemos, salvo que enfrente tenga a Patricia Bullrich. A un año de las elecciones y en soledad, Milei cosecha hoy 20 por ciento de los votos con posibilidades de seguir creciendo.
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