Herrajes El Moro, 45 años de una empresa forjada con pasión familiar

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Hay cerca de 200 mil piezas en inventario. Y cada una de ellas tiene un nombre distinto que el cliente suele rebautizar con desconocimiento. Pero en la familia, se saben los nombres y la ubicación de cada una. Es lógico. Son 45 años. Cuatro décadas y media cumplidas el 21 de octubre, en los que cada pieza fue cincelando un valor enorme para que Herrajes El Moro se convierta en una marca registrada en Misiones y toda la región.

Todo empezó casi por necesidad. En 1974 la familia construyó su hogar y para la herrería tuvieron que viajar a Corrientes, porque en Misiones no se encontraba calidad. Ella, Alicia Vedoya de Menises, tuvo la visión, él, Juan Manuel Menises, un visitador médico correntino y vendedor de alma, aportó el enfoque empresario. Hoy Juan Manuel, el hijo, lleva con la misma pasión las riendas de la empresa familiar. 

El Moro fue bautizado así no por el origen étnico de la familia, sino por el apodo de Juan Manuel padre. “Buscamos un nombre para el negocio acorde a lo que queríamos emprender, finalmente luego de dar muchas vueltas, caímos en el apodo de Juan Manuel”, cuenta Alicia. “En esa época no fluía el marketing”, ríe su esposo. 

“Iniciamos con una parte fina del herraje, que no estaba cubierta en Posadas, se hacían casas, pero se hacía con lo que se podía conseguir en una ferretería, o en una casa de materiales de construcción, porque no había otra cosa. Entonces el arquitecto se veía en el problema de cómo poner el broche de oro en el proyecto, o la casa que tenía. Y la seguridad y todo lo que trae acarreado, un proyecto, un edificio”, explica Alicia. Se repartieron los roles. Ella se enfocó en la parte estética y la variedad de los materiales y el esposo en la parte administrativa.

“Para hacer cerraduras, o la parte de tornillería, la parte estética la manejaba ella, por ejemplo, los tiradores de muebles, todas esas cosas. Las manijas, las bisagras que se podía llevar, en esa época estaba de moda el bronce”, recuerda Juan Manuel (p). Hoy la moda cambió, acota ella. “Se impuso el aluminio en todas sus formas, con todos sus acabados”.

“Nos gustaba el rubro. A mí personalmente, más por la parte estética, y lo que conlleva. El “Moro” fue el artífice de la parte económica, porque realmente en el 74 empezamos con todos los problemas que tiene el país hasta el día de hoy, la falta de materiales, la falta de precio, por falta de políticas económicas. Por todo lo que pasamos desde el 74 hasta hoy, es como para escribir una historia. Como decimos: “En este país todos somos economistas”, porque hay que hacer equilibrio entre la necesidad de la gente que compra y la gente que vende. Porque el problema que nos trae el proveedor es el problema que tenemos que trasladar en el mostrador a la gente”, argumenta Alicia, con el expertise de los años.

También se hicieron especialistas en las negociaciones con los proveedores. Especialmente en Buenos Aires, donde atiende “Dios”. “Todo lo que vendíamos siempre fue argentino, hasta que vino la invasión (en los 90). Ahí tuvimos que adaptarnos porque los mismos proveedores, muchos arrumbaron sus máquinas y comenzaron a importar. Y uno tiene que seguir, tiene que tener la mercadería, para solucionar los problemas que trae la gente al mostrador, tanto al profesional, como al particular”, detalla.

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La pareja sostiene que la tenacidad, el conocimiento y el buen trato con el cliente, fueron elementos claves para la permanencia de Herrajes El Moro, ahora ya de la mano de su hijo Juan Manuel, ya que ambos están retirados. “Es un rubro que lleva las 24 horas del día. Porque se trabaja con más de 33 mil artículos, como cien proveedores, así que esto nos llevó la vida. Fue nuestra vida, nos gustó, lo hicimos con gusto, con cariño, eso fue lo que transmitimos, siempre cumplimos lo que prometimos en el mostrador. Por ejemplo, la condición para todo el personal era: “Si no saben, no inventen”. Otra condición es, “lo que entrego es lo que aconsejé, lo que me pidieron, no entrego una cosa que no prometí”, enumera Alicia. 

La meticulosidad en el trabajo fue transmitida a Juan Manuel hijo. “Juan Manuel, es una persona que se sacaba el guardapolvo del colegio y se ponía atrás del mostrador. Yo le decía: “Si te gusta otro rubro, porque en la adolescencia, ser disk jockey, ser pibe tuerca, eran sus gustos, pero él nunca tuvo problema, se sacaba la ropa del boliche, se ponía la ropa del negocio y venía al lado nuestro. Siempre estuvo”, elogia su madre.

Juan Manuel está al frente, pero hubo otro rostro femenino, Alicia, su hermana fallecida, que, como su madre, aportó la mirada estética adquirida en una Licenciatura en Artes. “Fue una gran compañera y aportó mucho, fue muy importante para al negocio”, la recuerda su hermano.

“Ella tenía una carrera hecha, un estudio profesional que con los conocimientos que fue obteniendo, podía tomar cualquier actividad”, comparte su padre. 

Las oficinas de Herrajes El Moro son sencillas. Se respira ambiente de trabajo en cada compartimiento. La oficina central está decorada con unos pocos cuadros, fotos familiares y un viejo aire acondicionado. La sencillez es también una marca registrada de la familia que estudia cada movimiento antes de avanzar. ¿Será ese el secreto para haberse podido reconstruir desde las cenizas?

En 1974, apenas cuatro años después de abrir las puertas, un devastador incendio iniciado en una ferretería vecina, dejó a la empresa prácticamente en las ruinas. Pero no hubo tiempo para lamentos. El living de la casa se convirtió en improvisado salón de ventas y el patio, con una carpa montada, lugar donde se recuperaron las piezas que pudieron ser salvadas del fuego. 

“Fue como volver a empezar, porque nos quedamos sin la propiedad que alquilábamos, tuvimos que recurrir a nuestra casa. Tuvimos que remar, restaurar muchos productos, quedamos en pocas palabras en la calle, mi padre y mi madre fueron a Buenos Aires a hablar con todos los proveedores, a contarles la situación, buscar algún respaldo, gracias a muchos proveedores que confiaron en nosotros y vieron lo que nosotros hacíamos, cómo trabajábamos, la conducta que teníamos, nos habilitaron más cuentas corrientes, más posibilidades de trabajo, gracias a eso fuimos creciendo de a poquito”, cuenta Juan Manuel.

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“Cuatro años llevábamos y habíamos logrado el objetivo de posicionarnos. Porque tanto carpinteros y herreros, que eran los clientes habituales, después toda la gente que venía a elegir las cosas para su casa, las terminaciones todas esas cosas, tuvimos buena repercusión con el rubro, porque es un rubro específico. Y ahí tenemos este regalo caído del cielo”, apunta Alicia.

¿Qué aprendieron de este episodio en particular?

Alicia: Aprendimos a trabajar más de lo que pensamos. porque tuvimos que empezar a remar, en una canoa, de nuevo, porque era rehacer el negocio.

Juan Manuel (p): Al día siguiente estábamos pensando qué hacer para resolver, sentados en el living de casa. Esto es como la bicicleta, una vez que empezás a andar tenés que seguir, si no, te caes. Entonces, ahí decidimos que el living de la casa iba a estar transformado en el local comercial. Pero empezamos a atender primero en el garaje de la casa, pusimos un mostrador, y lo que se fue recuperando. 

El tiempo pasó y la empresa salió fortalecida. Hoy tiene dos sucursales, una céntrica y la casa central, sobre avenida Rademacher, que es un emblema del hierro, donde circulan constantemente clientes de todas las edades. 

Entre las dos generaciones sobrevivieron a todas las crisis, desde la Tablita de Martínez de Hoz a las hiperinflaciones, el estallido de 2001 y la recesión con inflación actual. “Somos ministros de economía los tres. Aprendimos en todos estos años la carrera económica”, ríe la madre.

“Pasamos del correo, al fax, al correo electrónico. Entonces cuando pasamos al fax parecía que había cambiado el mundo. Y cuando pasamos al correo electrónico, era como que estábamos en una nave espacial.  Pero para aguantar la economía de este país, nos costó muchísimo y tuvimos que desarrollar todo tipo de estrategias. Nos cuidamos muchísimo, cuidamos mucho los gastos, apostamos mucho a privarnos a nosotros mismos de un montón de cosas, y poner en el negocio para que el cliente pueda tener lo que viene a buscar. Eso era el secreto de poder seguir armando la cadena y seguir manteniendo la estructura, y sabiendo hacer compras a los proveedores, analizar las compras. Hoy es tan práctico todo, porque un sistema te soluciona la mitad del pensamiento, pero antes se usaba la cabeza. Vendimos tanto de esto, traigamos más porque esto, esto no traigamos más por lo otro. Viste que hoy un sistema te da todo solucionado. Ese cuidado de no hacer grandes inversiones, ir paso a paso, nos llevó a seguir y hoy tenemos la misma conducta, somos muy precavidos, no derrochamos la plata, invertimos en el negocio, cuidamos nuestra gente que trabaja con nosotros, estamos pendiente de ellos, cuidamos los clientes, estamos al pendiente de qué pasa, qué necesitará, si sale conforme”, cuenta Juan Manuel, el que hoy lleva las riendas de la firma que tiene 17 empleados -uno desde el minuto cero-, cada uno de ellos especializados en el rubro. “Es un negocio que demanda mucho tiempo de atención, porque la gente entra y está perdida, vos le tenés que informar y asesorar”. 

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