Recursos y gasto: ¿en qué se diferencia Misiones del resto de las provincias del NEA?

Escribe Alejandro Pegoraro

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Durante esta semana, desde la Renovación comenzó a acelerarse el reclamo por las asimetrías que sufre Misiones en materia de recursos y de competitividad que impactan de manera importante en las posibilidades de desarrollo, poniéndole un techo a la misma a partir de esquemas no resueltos que no permiten que la provincia explote la totalidad de su potencial.

Uno de los llevó adelante estos reclamos, públicamente, fue el ministro de Economía Adolfo Safrán, quien se refería no solo al esquema asimétrico de asignación de recursos nacionales vía coparticipación, sino también a la necesidad y urgencia de continuar insistiendo en regímenes especiales de competitividad como la zona aduanera especial.

En relación a lo primero, el ministro sostuvo su reclamo en el peso de los recursos generados en la provincia que se aplican al gasto público, dando cuenta de su enorme peso y, por ende, dejando a la vista la inequidad del sistema de reparto actual para con Misiones.

Ante ello, es conveniente analizar la estructura del gasto de las provincias del NEA, para determinar no solo la eficiencia (o no) del mismo, sino también para observar los impactos de esta asimetría mencionada previamente.

Si tomamos los datos que corresponden al período enero – junio de este año (último disponible de ejecución presupuestaria de las provincias del NEA), vemos en primer lugar un dato muy concreto: consolidando la totalidad de los ingresos de acuerdo a su origen, Misiones tiene el menor peso de recursos nacionales sobre dicho total.

En el Chaco, los recursos de origen nacional representan el 74% del total de sus ingresos; en Corrientes, el 75%; en Formosa el 83%, y en Misiones, solo el 58%.

Por ende, lógicamente el peso de los recursos generados en las provincias muestra una situación inversa: fuerte participación en Misiones (42% del total), que va desciendo en el resto de las provincias de la región (Chaco 26%; Corrientes 25% y Formosa 17%).

Primera conclusión: Misiones tiene una estructura económica de recursos mucho más amplia y fortalecida que el resto de las provincias de la región, que nace justamente de la asimetría en el reparto. ¿Dónde puede observarse notablemente esta asimetría que hablamos?

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Solo en concepto de coparticipación, en lo que va del año Misiones recibió recursos medidas de manera per cápita de $55.238 por misionero, pero por cada formoseño se destinó $127.233; por chaqueño $87.450 y por correntino $70.119.

Vayamos al gasto: Misiones es la provincia del NEA que más recursos destinó a la inversión pública, con más de $13.000 millones en los primeros seis meses del año, destinado $13 de cada $100 pesos directamente a inversión pública, cuando, por ejemplo, el Chaco asignó solo $9 de cada $100 a ese fin.

Por otro lado, siguiendo en lo relativo al gasto, la cuestión salarial es una de las que siempre está en boga, por dos cuestiones: particularmente en las provincias del norte, los gobiernos tienen altos pesos de pago de salarios en sus presupuestos (que naturalmente limita el resto de las erogaciones), pero también esto se da en un contexto de importante recorte del salario real en los últimos años.

En este punto, Misiones tiene una particularidad: el 44% del total del gasto corriente está explicado por el pago de salarios, cuando en el Chaco, por ejemplo, llega al 49%; pero en ese marco, se da la novedad que en este primer semestre 2021, el gasto salarial de Misiones creció 23,9% en términos reales, mientras que el Chaco cayó 15,3%. Por ende, Misiones logra sostener un menor peso de erogaciones salariales sobre su gasto, pero recomponiendo fuertemente el salario promedio de los agentes públicos, mientras que en las otras provincias de la región continúa cayendo el salario real de trabajadores provinciales.

Por otro lado, el apoyo al sector privado ha sido considerablemente más importante en el caso misionero: el 40% del total de las transferencias consolidadas realizadas por la provincia fue para dicho sector, mientras que en el resto de las provincias llegan solo al 30%.

Por último, hay una particular que se observa en el NEA, pero también en muchas de las provincias del país: al primer semestre 2021, la gran mayoría terminó con superávits fiscales, y algunos recuperándose notablemente respecto a igual período de 2020. Pero también en muchas de ellas, se ve la misma ecuación: fuerte crecimiento real de recursos, acompañadas de recorte del gasto, y en este punto, se recortó fuertemente el gasto salarial.

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En Misiones, se vio una situación muy puntual: tuvo un muy importante crecimiento de sus recursos (+17% real) pero el gasto no se ajustó, sino que acompañó a esa suba (gasto primario crece 16,8%), explicado justamente por recomposición salarial, fuerte apoyo al sector privado e inversión pública. Eso generó que el superávit con el que terminó Misiones este período haya sido más leve que otras provincias, pero con la diferencia de que logró recomponer diferentes elementos que requerían de mayores erogaciones por parte de la provincia, y apoyó fuertemente el fomento al consumo, por ejemplo.

En la región del NEA, Chaco y Corrientes recortaron el gasto primario (-4,2% y -2,1%), mientras que en Formosa no hubo retroceso, pero si hay una considerable brecha en con sus recursos: estos creciendo 7%, pero el gasto creció solo 3,8%.

Pero, ¿no hay toda una corriente de pensamiento que afirma que está bien que el gasto público baje? La respuesta ese planteo no se base en la baja en sí del gasto, sino de la eficiencia del gasto.

Si una provincia incrementa el gasto (en línea con el incremento de sus recursos) logrando superar desafíos fundamentales como ser la recomposición salarial y la inversión, entonces hablamos de un “buen” incremento del gasto, que se fortalece aun mas cuando esa suba del gasto no está influenciada para nada en pagos de deuda
pública.

Al mismo tiempo, si una provincia baja el gasto en términos reales, pero con demandas sociales aún abiertas, y sosteniendo determinados puntos de gasto que sí podrían recortarse para volcarlos a otros de mayor importante, entonces estamos hablando de un “mal” descenso del gasto.

Por ello, nuevamente insistimos, el gasto debe evaluarse no solo en su cantidad, sino también en el grado de eficiencia para poder brindar respuestas sociales.

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