“La misión de la Iglesia”
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 11o durante el año [16 de junio de 2024]
En este domingo el Evangelio (Mc 4,26-34) nos presenta al Señor en su ministerio público en Galilea anunciando el Reino de Dios, aquello que era su pasión y misión. Ese anuncio lo realizaba con parábolas como las semillas que crecen por sí solas o el grano de mostaza. En realidad, el texto nos sirve para que nosotros, tanto en lo personal como en lo comunitario y eclesial, nos preguntemos si tenemos pasión por anunciar en nuestra tarea evangelizadora ese Reino de Dios, que es la misión y razón de ser de la Iglesia.
Evangelizar y ayudar a humanizar nuestra cultura es también nuestro servicio al mundo de hoy. Nuestro tiempo requiere de nosotros que, para generar una sociedad, un país y una provincia mejor, tengamos que ser varones y mujeres con convicciones de trabajar por el bien común, y que sobre todo el laicado que está en tareas como la educación, la política, los medios de comunicación, en lo cotidiano, tenga un sentido de la ética social que permita pensar una sociedad con valores.
Esto es bueno recordarlo en el contexto de la Asamblea Diocesana que realizaremos el próximo jueves 20 de junio en el Instituto Montoya de Posadas. Será una instancia sinodal en la que como Pueblo de Dios que peregrina en esta diócesis nos reuniremos para escuchar juntos al Espíritu Santo, reflexionaremos sobre nuestra realidad y discerniremos sobre cómo evangelizar mejor. El tema de la Asamblea de este año es «Una Iglesia pobre para los pobres».
En este tiempo, y con la gracia del acontecimiento y el documento de Aparecida, vamos acentuando la necesidad de asumir como cristianos un camino discipular para la misión. Es cierto que esto es difícil en un contexto que a veces es hasta agresivo con las propuestas del Evangelio, e incluso con los valores y la visión del hombre que la revelación cristiana nos propone. Hay que señalar que los malos ejemplos que puedan dar quienes se apartan de la fe cristiana, así como nuestras propias fragilidades, no invalidan el «Don de Dios» del encuentro con Jesucristo y su revelación, ratificado en el testimonio de tantísimos hombres y mujeres que viven con fidelidad y entrega este regalo maravilloso de ser cristianos.
Por esta misma razón en este tiempo deberemos acentuar este discipulado y misión, en todos, pero especialmente en nuestros laicos que son la mayoría del pueblo de Dios, para humanizar y evangelizar nuestra cultura habitualmente bombardeada por ideologías materialistas que consideran a la persona como objeto de consumo, potenciando solo sus instintos, y eliminando su espiritualidad que implica la inteligencia, voluntad, libertad y la capacidad de trascendencia.
En relación a la necesidad de humanizar y evangelizar la cultura, Aparecida señala: «Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamado a la santidad en virtud de su vocación bautismal, los que tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. La coherencia entre fe y vida en el ámbito político, económico y social exige la formación de la conciencia, que se traduce en un conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia.
[…] El discípulo y misionero de Cristo que se desempeña en los ámbitos de la política, de la economía y en los centros de decisiones sufre el influjo de una cultura frecuentemente dominada por el materialismo, los intereses egoístas y una concepción del hombre contraria a la visión cristiana. Por eso, es imprescindible que el discípulo se cimiente en su seguimiento del Señor, que le dé la fuerza necesaria no solo para no sucumbir ante las insidias del materialismo y del egoísmo, sino para construir en torno a él un consenso moral sobre valores fundamentales que hacen posible la construcción de una sociedad justa». (DA 505-506)
Como Jesucristo, el Señor, la Iglesia está llamada a anunciar el Reino. Los cristianos somos parte de esa Iglesia y estamos llamados a anunciarlo, con el testimonio de nuestra vida.
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.