Muro contenedor
Si se suman Educación, Salud, el desarrollo social y económico, Misiones invierte el 75 por ciento de sus recursos del Presupuesto en potenciar esas áreas. Las sociales. Es una marca registrada de los últimos años que redunda en ser una de las pocas provincias ordenadas en sus finanzas y con indicadores sociales que dejaron de avergonzar. El “misionerismo”, concepto político que define las políticas del Gobierno en los últimos quince años, resulta, en tiempos de crisis generalizada, un muro contenedor.
“Este es un presupuesto cumplible, simple, austero y muy volcado hacia lo social. La situación está muy difícil, muy difícil, compleja para los sectores más humildes”, enfatizó el gobernador Hugo Passalacqua después de reunirse con el vicegobernador Oscar Herrera Ahuad y el presidente de la Legislatura, Carlos Rovira, minutos antes de que Misiones se convirtiera, nuevamente, en la primera provincia del país en contar con el Presupuesto aprobado y, por unanimidad.
“Lo importante, desde el punto de vista social, es que los niños tengan buena educación, la mejor salud posible, asistencia histórica de Desarrollo Social, para los más carenciados, porque sabemos que sin la ayuda del Estado es difícil hasta que sobrevivan. No creo que estemos en el mejor de los mundos, pero estamos haciendo lo más que se puede. No se puede más de lo que estamos haciendo. La gente no puede más de lo que está haciendo. Se pone el máximo esfuerzo para salir adelante”, insistió el Gobernador.
Semejante inversión social es posible porque Misiones tiene otra marca que la distingue: desde hace quince años inició un proceso de desendeudamiento que se coronó este año con una “compensación” mutua con la Nación que achicó la deuda heredada de los 90 y colocó a la provincia entre las menos endeudadas en comparación a los ingresos corrientes y al mismo tiempo, una de las menos expuestas a la “tormenta financiera” que provocó la disparada del dólar. Otras provincias deben 120 por ciento más que hace un par de meses.
En Buenos Aires, gobernada por María Eugenia Vidal, la amortización de su deuda pasó de los 10.399,2 millones a 30.289,4 millones de pesos, mientras que los intereses subieron de 6.536,3 millones a 15.201,6 pesos. Esto representa un incremento del 193% y del 132,6%, respectivamente.
Misiones hizo el proceso inverso y tiene autonomía en el manejo de sus recursos. Son consecuencias de una forma de entender la política. Para tener un Estado presente es necesaria la autonomía financiera.
Es lo contrario a lo que está sucediendo actualmente en el país, con una política económica inversa. En 2015 la deuda eterna alcanzaba los 240.665 millones de dólares, con un dólar a 9 pesos, el equivalente al 52,6 por ciento del PBI. En tres años aumentó a 360.698 millones de dólares. Con un dólar a 40. Eso representa una suba de 618 por ciento medida en pesos y una deuda equivalente al 87 por ciento del PBI. Y sigue sumando. Tanto que hay preocupación externa por la posibilidad de un nuevo default, que sería un mal menor en comparación con las consecuencias del ajuste en el tejido social.
El nuevo plan “secar” para contener la inflación no augura mejoras de corto plazo para la economía y el bolsillo de los argentinos. El objetivo es que no haya pesos para comprar dólares. Pero tampoco los hay para comprar nada más. El nuevo cepo es ahora para el carrito del supermercado y no hay señales de que se vaya a levantar con tanta celeridad como las restricciones para comprar el ansiado billete verde.
Por el contrario, el Gobierno de Mauricio Macri socializa con los argentinos las pérdidas económicas de los grupos más privilegiados desde el inicio de su gestión. Las ganancias, como las vaquitas, son ajenas. Parece sádico, pero todo se hace en pos de la “transparencia”. El siempre sonriente ministro de Energía, Javier Iguacel sorprendió al anunciar una resolución que permitía un nuevo incremento en la tarifa del gas desde el 1 de enero de 2019 a pagar en 24 cuotas mensuales para “compensar” a las empresas energéticas por el impacto de la devaluación sobre el gas distribuido entre abril y septiembre. Las distribuidoras tienen una deuda con las petroleras porque estaban pagando el producto a un dólar de 20,34 pesos y por contrato debieron hacerlo al tipo de cambio vigente el día antes del pago.
Iguacel intentó minimizar las críticas recibidas como si fueran producto de afiebrados usuarios kirchneristas que, nuevamente intentaban desestabilizar. Pero la ola de rechazo fue altísima. Hasta los socios menores del radicalismo salieron a “exigir” que se corrigiera. ¿La solución? “Lo logramos, el radicalismo consiguió frenar la suba retroactiva del gas. El Estado se hará cargo del monto extra”, celebró Ángel Rozas entre bombos y platillos después de “torcer” la voluntad del Gobierno. Un detalle: el Estado, claro, somos todos. Pagarán todos, incluso los que viven en provincias sin gas natural, como Misiones. Un triunfo radical.
No es inédito de todos modos. Durante el último tramo de la dictadura militar se hizo un enorme plan para estatizar deudas privadas.
Entre las firmas beneficiadas aparecen Sevel, de la familia Macri, que a fines de 1983 adeudaba 124 millones de dólares; Acindar, del ex ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz, con 649 millones; Compañía Naviera, de la familia Pérez Companc, con 211 millones; y Loma Negra, de los Fortabat, con 62 millones. También hay corporaciones multinacionales como Techint, IBM, Ford y Fiat. El listado incluye al sector financiero: Banco Río, Francés, Citibank y Supervielle, entre otros. El perjuicio que las compañías asociadas a la dictadura ocasionaron al Estado fue calculado en 1983: 23 mil millones de dólares, más de la mitad de la deuda externa de esos años, que alcanzaba los 45.100 millones de dólares.
Para las pérdidas provocadas por la devaluación en los salarios y costos empresarios, no hubo otra oferta que la paciencia y la esperanza. Como ahora.
El Gobierno parece haberse contentado con pasar el pico de la tormenta y disfrutar de unos días con un dólar a la baja a la espera que el nuevo auxilio del Fondo Monetario Internacional permita llegar hasta 2019 con cierta holgura. Pero la paz no es completa. Elisa Carrió, histórica rupturista de sus Alianzas, puso en vilo a Cambiemos al pedir el juicio político al ministro de Justicia, Germán Garavano y decir públicamente que había perdido la confianza en Macri. “Elige o cae”, amenazó. Después frenó. “Fue una broma”, relativizó. Pero Carrió acostumbra a romper lo que toca. Le pasó a la Alianza y a todos los espacios que conformó. Se fue, eso sí, siempre antes de la caída. Para poder decir, desde afuera: “Yo no fui”. ¿Sabrá algo que el resto no?
Las encuestas marcan que es el peor momento del Gobierno y especialmente de Mauricio Macri, que solo podría aspirar a ganar una reelección si la rival fuera Cristina Fernández, quien, pese a su piso electoral intacto e incluso en alza en algunos distritos, mantiene una imagen negativa elevada, que pone en duda su supervivencia política si logra esquivar las ganas de Bonadío de verla entre rejas.
Pero es notable cómo los sondeos marcan la vigencia de la “grieta”. Ninguno de los demás aspirantes a llegar a la Presidencia asoman por ahora la cabeza. Sergio Massa apenas acaricia el diez por ciento de intención de voto y acaba de comprarse una pelea por su necesidad de romper la monotonía: “Argentina necesita con urgencia terminar con quienes saquean al país vendiendo productos primarios, en lugar de generar empleo produciendo y exportando trabajo argentino”, disparó desde su cuenta de Twitter. Obviamente, el campo salió a destrozarlo. Pero aclaró que se refería a la minería y no a los patrones de estancia.
La industria minera no se anduvo con vueltas: “Es urgente terminar con quienes saquean al país. Somos testigos de quienes han saqueado al país desde la política, incapaces de comunicar y liderar desarrollo, cuando critican al sector exportador o cuando la justicia dice que delinquieron la ley”, sostuvieron las entidades mineras.
“Somos testigos de quienes han saqueado al país dando de comer a especuladores financieros desde sus funciones públicas.Somos testigos de quienes han saqueado al país con sus ignorancias supinas, pretendiendo gobernar la Argentina en base a su flexibilidad serpentaria con fines electorales y populistas”, repartieron para todos, incluido Gobierno anterior y actual.
La política parece seguir jugando a un juego que cada día más se aleja de las necesidades de la sociedad. Peleas desde atriles, mensajes por redes sociales, pero lejos del dolor real que padece el de a pie.
Las últimas lecciones parecen no haber calado todavía en la política argentina. Donald Trump, Macron, Mario Abdo Benítez en Paraguay y el ascenso de Jair Bolsonaro en Brasil deberían ser analizados en un contexto de hastío con la política tradicional, con discursos hacia los mercados y hasta con la forma de comunicar la política. Evidentemente, un nuevo fantasma está recorriendo el globo. Pero la política tradicional se contenta con criticar el “neofascismo”, las formas y las ideas del otro sin preguntarse qué hace que ganen. Es un fracaso colectivo y global de cierto progresismo que tuvo en sus manos el destino de varios países, incluido Estados Unidos, sin lograr conservar poder y, lo que es peor, construirlo. No es solo que Lula esté preso lo que condenó a la derrota al Partido de los Trabajadores ni que el kirchnerismo no haya sabido instalar a Daniel Scioli. “Mauricio Macri ganó por una decisión de la clase media de ponerle fin al Gobierno de Cristina aún a sabiendas de lo que se venía. En Brasil parece que la necesidad de terminar de cuajo con la corrupción política del PT le abra la puerta a este personaje. Pero el hiperpresidencialismo que se va a desatar en Brasil, porque no le quedará otra opción a Bolsonaro, puede andar muy bien cuando las cosas en general andan bien. Si no, habrá una inestabilidad muy grande, como le pasó a Fernando Collor de Mello”, definió con lucidez el analista político Gustavo Córdoba.
“El elector no votó a Bolsonaro porque él dijo cosas detestables. Él votó a Bolsonaro A PESAR de eso. En suma: las izquierdas envejecieron, enriquecieron y se olvidaron de sus orígenes”, expuso con crudeza Gustavo Bertoche Guimarães, un profesor de filosofía de Brasil. El mensaje es para el PT, pero bien puede adaptarse a otros espacios.