Chinese President Xi Jinping (L) and Brazil's President Luiz Inacio Lula da Silva attend a welcome ceremony at the Great Hall of the People in Beijing on April 14, 2023. (Photo by Ken Ishii / POOL / AFP)

BRICS, el temor de Estados Unidos

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Un bloque contrahegemónico, que tiene una misión: plasmar el multilateralismo vigente. La experiencia de este grupo de países termina evidenciando el fin de la era del dominio absoluto de Washington. 

Para darle más contexto, el BRICS es una comunidad de Estados que comparten acuerdos y lazos diplomáticos, económicos y agenda internacional en común, con un disparador que en pleno 2023 se acrecentó. Se basa en intentar consolidar un bloque en detrimento de los intereses de Estados Unidos y los países encolumnados a rajatabla detrás de las decisiones de la Casa Blanca y el Pentágono.

Este colectivo de economías emergentes fue fundado en 2009, formado por Brasil, Rusia, India y China, dos años más tarde se uniría Sudáfrica. Su trabajo fue paulatino, casi como un paso a paso para no provocar medidas agresivas por parte de Estados Unidos con el fin de sofocar a un bloque emergente. 

Las disyuntivas internacionales provocaron un posicionamiento distinto del BRICS. Sobre todo, por China y su descomunal crecimiento que decantó en el enfrentamiento contra la potencia norteamericana en la denominada “Guerra comercial”. Rusia, por su parte, de la mano de Putin llevó adelante una serie de intervenciones bélicas, en Chechenia, Georgia y Ucrania. En el caso de India, fue el posicionamiento como potencia asiática en el marco productivo. Estos agregados, fueron proponiendo una dinámica distinta, año a año, en lo que respecta al BRICS. 

Ahora bien, este grupo termina siendo una amenaza para Estados Unidos. Básicamente, esto se comprende así porque desde la desintegración de la Unión Soviética, el mundo giró en torno a la hegemonía estadounidense total, sin tener algún otro país o modelo que le dispute la puja por el dominio mundial. El arribo del BRICS es un golpe bajo a las ambiciones históricas del país, hoy en día, dirigido por Joe Biden, por la simple premisa de que creció a la sombra del accionar norteamericano. Además, el papel de este grupo de economías emergentes pone sobre la mesa otra cuestión, que es la materialización del multilateralismo, la desglobalización y la regionalización. 

Vamos por partes, el primer concepto responde a la necesidad de que el poder mundial se vaya a dividir en varios modelos de distintas regiones del mundo que puedan, a su vez, tener lazos o acuerdos con países que no formen parte de su bloque. La desglobalización es el principio del fin de este estadío del capitalismo, pasando a un sistema más bien regionalista, en donde la aglomeración, más grande o más pequeña, de países, termina siendo el determinante de las relaciones internacionales. 

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De esta forma, Brasil puede integrar el BRICS pero hacer acuerdos con Estados Unidos, y a la vez, como miembro del Mercosur, comerciar con la Unión Europea. Esto marca el fin de esa política “tóxica” de lazos diplomáticos heredados de la Guerra Fría.

Asimismo, la retaguardia de Estados Unidos está vigente, no tanto porque le preocupe que existan estas relaciones, de alguna manera todas responden al capitalismo y no lo cuestionan de cuajo, sin embargo, el problema es financiero. El dolor de cabeza de Washington tiene una parada obligatoria en Wall Street, ya que más allá de lo “lindo” que pueden sonar los conceptos como regionalización, traen involucrados un cimbronazo a la economía yankee. 

Es justamente Brasil, el país que puso primera al proponer una moneda común en el BRICS. Sumar más billetes no es un dilema en sí, sino que evitar al dólar sí puede ser contraproducente para los intereses del Tío Sam. Es esa la idea, el puñal de las economías emergentes pasan por ese punto, buscar hacer un “puente” y evitar al dólar estadounidense. 

Dejar de comerciar en la moneda más conocida del mundo puede provocar un golpe tremendo en la economía mundial. Los países que integran el BRICS cuentan con reservas diversificadas, es decir que no solo cuentan con dólares en sus bancos centrales, sino que con distintas monedas fuertes. A Estados Unidos esto le preocupa, porque básicamente se le podría “terminar el curro”, como se dice en el barrio. El traspaso de un comercio mundial explicitado en distintas monedas es la expresión más evidente del multilateralismo, y lo viene advirtiendo Putin desde que arrancó la guerra en Ucrania y las sanciones a su economía. El mandatario del Kremlin exige que le paguen en rublos, no en euros y menos en dólares. Este golpe provocó que los cerdos de Wall Street tengan que juntarse más de una vez para trazar acciones conjuntas, con el aval del Pentágono. A esta altura, la respuesta es inútil porque la maquinaria ya está en marcha y el multilateralismo es una realidad a la cual no se puede escapar. Inclusive el BRICS puede sumar a otros países como Argentina o Argelia, cada uno con sus puntos a favor. 

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Más allá de este panorama, si algo saben los estadounidenses es acomodarse a los vaivenes del capital, es justo decir que esa característica camaleónica le valió un poderío contundente desde fines de la Primera Guerra Mundial hasta la actualidad. Estados Unidos no está en condiciones de tomar medidas agresivas o invasivas con el BRICS, de hecho, el mundo no toleraría otra guerra de cualquier índole. Sin embargo, así como el Estado de Bienestar nace como una respuesta al fin del capitalismo de libre concurrencia y a la par de los avances del comunismo en otras partes del mundo, es posible pensar en un Washington más laxo en sus lazos diplomáticos. Hay un rasgo que puede dar cuenta de que Demócratas y Republicanos abandonan esa postura “hardcore” a nivel internacional. El hecho de que la OTAN se canse de decir que no va a entrometerse directamente en la defensa de Ucrania, dice mucho, como así también el aislacionismo al cual está prácticamente sometido Europa desde el arranque de la conflagración. Estados Unidos dejó de consentir al viejo continente, y es por eso que Macron comenzó a acercar posturas con China. 

La política internacional es como un partido de fútbol. Tiene sus momentos, idas y vueltas e inclusive un dominio total. Sin embargo, tener la pelota los 90 minutos bajo control no significa que una sola jugada no se pueda perder el partido. Esto lo saben Estados Unidos y el BRICS, en donde en tiempo agregado, comienzan a preguntarse si hay tiempo extra o se van directamente a penales, mientras tanto, el mundo está expectante a este verdadero concierto del poder global.

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